La alergia a la
leche de vaca es muy frecuente en los niños, mientras que en los adultos se han
descrito sólo casos aislados.
Se trata de una sensibilización frente a ciertas
proteínas de la leche de vaca que son reconocidas como extrañas.
Las pruebas cutáneas
son positivas y existen anticuerpos IgE específicos frente a dichas proteínas
de la leche.
Estos dos últimos hechos diferencian la alergia de la intolerancia
a la leche de vaca, que es un proceso ocasionado por posibles razones
inmunológicas y/o digestivas (no alérgicas) en el que ambos parámetros son
negativos.
Existen diferentes
proteínas en la leche de vaca capaces de inducir alergia como la caseína y
proteínas del lactosuero (betalactoglobulina y alfalactoalbúmina).
A pesar de
que la caseína es la proteína más abundante, la sensibilización es más
frecuente con betalactoglobulina y, en menor medida, alfalactoalbúmina.
En
muchas ocasiones el calor destruye la estructura proteica alterando su
capacidad alergénica.
Sin embargo, en el caso de las proteínas de la leche de
vaca, la betalactoglobulina y la caseína no se ven afectadas por la acción del
calor y la alfalactoalbúmina sólo parcialmente, por lo que hervir la leche no
hace desaparecer sus propiedades alergénicas.
Las fórmulas
artificiales empleadas en la lactancia se obtienen a partir de leche de vaca.
Dado que este producto presenta unas características en parte diferentes a la
leche humana, es preciso someterlo a diferentes procesos que las adapten, lo
más posible, a unas condiciones semejantes a las de la leche de mujer.
La leche
de vaca se desgrasa, se disminuye su concentración en sales minerales y se
enriquece con hidratos de carbono, aceites vegetales y proteínas en una
concentración adecuada.
El proceso de elaboración será diferente en función de
las características que se deseen obtener.
De este modo se han elaborado
fórmulas hipoalergénicas o "hidrolizados parciales" en las que las
proteínas están parcialmente fraccionadas.
Estas fórmulas se deberían utilizar
en niños con riesgo para desarrollar alergia a las proteínas.
Además, existen
fórmulas denominadas "hidrolizados totales" en las que las proteínas
son tratadas hasta su completo fraccionamiento y modificación de su estructura,
evitando, por tanto, su capacidad para producir alergia.
Deben ser la primera
elección para aquellos niños con alergia a las proteínas de la leche de vaca.
Las reacciones de
hipersensibilidad a alimentos en general son más frecuentes en los niños, sobre
todo, en el primer y segundo año de vida.
En España, los alergenos alimentarios
más comunes en la infancia son los derivados del huevo, del pescado y de la
leche de vaca, alcanzando, entre los tres, más del 60% de las sensibilizaciones
alimentarias.
La incidencia de alergia
a las proteínas de la leche de vaca, varía según diferentes estudios entre el
0,3% y el 7,5% de la población.
Su prevalencia como causa de alergia
alimentaria es, aproximadamente, del 24% del total.
En general, la
alergia alimentaria que aparece en el primer año de vida suele desaparecer
antes de los cuatro años en el 75%-85% de los casos.
En concreto, la alergia a
las proteínas de la leche de vaca es la que tiene mejor pronóstico, ya que
presenta remisión clínica con buena tolerancia a la leche en el 28-56% de los
casos al año, en el 60-77% a los dos años y en el 71-87% a los tres años de la
sensibilización.
Los factores de mal
pronóstico para no alcanzar tal tolerancia son llegar a los 5 años de edad sin
haberla alcanzado, una alta sensibilización a la caseína y la asociación con
otras sensibilizaciones.
En algunos casos la
alergia a las proteínas de la leche de vaca es la primera manifestación de la
"predisposición alérgica" de un individuo.
Se ha observado que
aproximadamente un 40% de niños con alergia a las proteínas de la leche de vaca
desarrollan alergia a otros alimentos y un 28% a agentes ambientales (pólenes,
ácaros, hongos o epitelios de animales). También se asocia con frecuencia a
dermatitis atópica.
En los casos
excepcionales que la alergia a las proteínas de la leche de vaca se presenta en
la edad adulta suele persistir a lo largo del tiempo.
Los factores que
favorecen la aparición de la alergia a la leche de vaca se dividen en factores
del entorno, en este caso la exposición a las proteínas
alimentarias, y la predisposición genética.
La predisposición
genética hace referencia a aquellos individuos con atopia, es decir, con una
predisposición hereditaria a padecer enfermedades alérgicas.
Se asocia con la
presencia de antecedentes familiares atópicos, sexo masculino, estilo de vida
occidental, etc.
En cuanto a los
factores del entorno, el más importante es el empleo de lactancia artificial en
vez de lactancia materna.
En el lactante, algunos mecanismos que limitan la
captación de antígenos en el intestino no están suficientemente desarrollados,
por la inmadurez de su sistema inmune y porque algunas secreciones digestivas
son insuficientes para digerir correctamente las proteínas.
Además, la leche
materna contiene diferentes sustancias que facilitan la maduración de la
barrera intestinal del niño y favorecen la madurez del sistema inmune,
disminuyendo el riesgo de sensibilización.
Por otra parte,
cantidades muy pequeñas de proteínas alimentarias son especialmente
sensibilizantes y existe la posibilidad de transferir alergenos alimentarios de
la madre al feto a través de la placenta.
De este modo, el feto puede producir
anticuerpos frente al alimento y, en su primer contacto, presentar síntomas.
Además, la
administración continuada de un alimento puede favorecer la tolerancia,
mientras que su administración intermitente puede aumentar el riesgo de
sensibilización.
Así, en niños de alto riesgo atópico, que se les administra un
biberón de leche de vaca o de fórmula adaptada antes de la lactancia materna,
se puede favorecer su sensibilización.
Las reacciones
alérgicas a la leche de vaca pueden cursar con diferentes síntomas y signos de
presentación (cutáneos, digestivos y/o sistémicos).
Las reacciones más
frecuentes son aquéllas en las que solamente se produce enrojecimiento o
eritema en el área que contacta con la leche (alrededor de los labios, mejillas,...),
con edema labial en cuadros más intensos.
A veces, la afectación cutánea es más
extensa y aparecen lesiones de urticaria y angioedema.
Además, puede asociarse
o no a síntomas digestivos tales como vómitos, diarrea, flatulencia o
distensión abdominal (el abdomen aparece abombado).
En raras ocasiones cursan
con una crisis de broncoespasmo y, excepcionalmente, con una reacción
anafiláctica severa, en la que debe instaurarse precozmente el tratamiento
adecuado para evitar un posible shock.
Los síntomas referidos
aparecen poco después del contacto o ingesta de leche o derivados lácteos,
incluyendo aquellos alimentos que pueden contenerla y que son "fuentes
ocultas" de leche (galletas, pastas, puré de patatas,...).
El tiempo
transcurrido entre el contacto y la reacción es muy variable y, aunque
habitualmente son sólo minutos, en ocasiones pueden ser varias horas.
La intolerancia a
las proteínas de la leche de vaca es una entidad infrecuente que, a diferencia
de los casos de alergia, suele instaurarse más lentamente, apareciendo la
clínica dentro del mes siguiente a la introducción de lácteos en la dieta del
niño.
En general, los síntomas son exclusivamente digestivos, si bien, como
consecuencia de la inflamación de la mucosa intestinal, disminuye su capacidad
de absorción causando anemia y retraso del crecimiento.
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico de la
alergia a las proteínas de la leche de vaca se realiza sobre la base de una
buena historia clínica.
Es importante relacionar la aparición de los síntomas
con la ingesta de leche, aunque en algunas ocasiones no es sencillo pues el
contacto puede pasar desapercibido.
La presencia de síntomas cutáneos y/o
sistémicos (con o sin manifestaciones digestivas), sugiere una alergia,
mientras que el hallazgo en un análisis de sangre de anemia y hierro por debajo
de la normalidad, junto a síntomas gastrointestinales, debe orientar hacia la
intolerancia a las proteínas.
En la alergia a la
leche de vaca, las pruebas cutáneas (prick test) son positivas para la leche
y/o para una o varias de sus fracciones o extractos preparados a partir de cada
proteína alergénica.
La determinación de IgE específica en sangre (por el
método CAP), frente a la leche y/o una o varias de sus proteinas, es positiva.
Por el contrario, en los casos de intolerancia, las pruebas cutáneas y la
determinación de IgE específica son negativas.
En algunos pacientes
con test cutáneos o CAP no concluyentes es necesario realizar pruebas de
provocación para establecer el diagnóstico, siempre con indicación del
alergólogo y bajo su directa supervisión.
En los pacientes diagnosticados de
alergia, el alergólogo valorará el momento de introducir la leche de nuevo en
la dieta del niño, dependiendo de la respuesta ante posibles ingestas
accidentales y la evolución de los test cutáneos y el CAP.
Siempre será preciso
un test de provocación previo, única prueba diagnóstica que permite descartar
con seguridad una sensibilización al confirmar una buena tolerancia.
En caso de
intolerancia a las proteínas de la leche, en ocasiones es necesario realizar un
adecuado diagnóstico diferencial con otras enfermedades que también cursan con
un cuadro de mala absorción intestinal (déficit de lactasa que produce
intolerancia a la lactosa, enfermedad celíaca o intolerancia al gluten,
fibrosis quística, etc.).
Para ello, se iniciará el estudio correspondiente que
puede incluso llevar a la realización de una biopsia intestinal.
El tratamiento de la
alergia a las proteínas de la leche de vaca debe realizarse a diferentes
niveles:
Preventivo
Se realizará sólo en
niños con "riesgo atópico" o peligro de padecer enfermedades
alérgicas, teniendo en cuenta algunos factores como los antecedentes familiares
de atopia (valorando el riesgo aproximadamente en un 37%, cuando es uno de los
progenitores, y en un 60%, cuando lo son los dos) y/o unos niveles elevados de
IgE en sangre del cordón umbilical.
En este grupo de
niños el tratamiento preventivo consistirá en evitar el contacto con los
alergenos alimentarios, intentando en la medida de lo posible:
- Evitar un primer biberón en la maternidad.
- Mantener lactancia materna exclusiva durante los 6 primeros meses.
- Durante el tiempo de lactancia reducir en la dieta materna alimentos altamente alergénicos como la leche, el huevo y el pescado.
- Retrasar algo más la introducción de alimentos alergénicos en la dieta del niño.
- Evitar infecciones gastrointestinales de contagio, sobre todo en guarderías.
Etiológico
Una vez desarrollada
la alergia a las proteínas de leche de vaca el tratamiento más efectivo es la
completa exclusión de estas proteínas de la dieta.
En este momento no está
indicado realizar inmunoterapia con alergenos alimentarios ni posibles
pretratamientos preventivos (como la administración previa de cromoglicato
disódico via oral), ya que no ofrecen garantías de eficacia.
Es importante
asegurar una exclusión completa evitando transgresiones o ingestión accidental
ya que, incluso en familias o pacientes muy motivados, la ingestión accidental
de lácteos es muy común.
Para evitarla hay que leer cuidadosamente la
composición de las comidas preparadas y reconocer todas las formas posibles de
proteínas alergénicas a las que se esté sensibilizado, teniendo especial
cuidado con leche en polvo o descremada, mantequilla, margarina, queso, requesón,
nata, helados, sueros, hidrolizados de caseína y caseinatos (empleados como
aditivos en ciertos alimentos como embutidos industriales).
Paralelamente a la
exclusión, es preciso buscar fórmulas alternativas para la alimentación del
niño.
El tratamiento sustitutivo de elección se hace con fórmulas de
hidrolizados totales o extensivos de proteínas de leche de vaca, en las cuales
estas proteínas son procesadas por diferentes métodos a modo de
"predigestión", rompiéndolas y transformándolas en sus elementos más
esenciales (aminoácidos) frente a los que el organismo no reaccionará.
En casos extremos,
cuando tampoco éstas se toleran, se puede recurrir a fórmulas elementales a
base sólo de aminoácidos.
Deben plantearse en casos restringidos, ya que pueden
originar algún problema desde el punto de vista nutricional.
Existen fórmulas
parcialmente hidrolizadas que no deben emplearse, ya que un porcentaje de sus
proteínas se encuentra intacto con todo su poder alergénico.
También se pueden
emplear fórmulas de harina de soja, aunque, en casos de posible intolerancia,
no son de primera elección, ya que los niños con alteraciones digestivas
también podrían presentar intolerancia a la soja.
Aunque no es
frecuente, podemos encontrar pacientes alérgicos a la leche que también
presentan sensibilización a la carne de ternera.
Sin embargo, no se prohíbe la
ingesta de esta carne en los alérgicos a leche, a excepción de los casos de
posible reacción en los que esta sensibilización debe confirmarse.
A su vez los
alérgicos a la leche de vaca pueden presentar reacción cruzada con la leche de
cabra y oveja, por lo que no se recomienda emplear éstas como posibles
alternativas.
Sintomático
Como existe la
posibilidad de una ingestión accidental, es importante que, tanto el paciente
como sus familiares, estén preparados ante una posible reacción.
En el caso de que
ésta se limite sólo a la piel se deberán administrar antihistamínicos en la
forma y dosis recomendada por su alergólogo.
Si la reacción fuera severa
(urticaria además de vómitos, diarrea, dificultad respiratoria, mareo o pérdida
de conocimiento) se debe trasladar al paciente con urgencia a un centro médico.
Allí se valorará un posible tratamiento con antihistamínicos, corticosteroides
y/o adrenalina.
MÁS INFORMACIÓN:
ENLACES
Alergia a proteína leche de vaca
– AEPED:
Alimentarse bien en la
enfermedad – Alergia a la caseína:
Normas dietéticas para alérgicos
a plv –SEICAP
Alergia e intolerancia
alimentaria:
Alergia a leche y huevo en niños
– SEAIC:
Alergia a proteínas de vacuno-
Hospital La Fe :
Alergia a Proteinas de Leche de
Vaca
http://www.sgaic.org/reportajes25.htm
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